Cuentan que a principio de los años 50, cuando aún no existía el servicio de taxis tal como los conocemos hoy, esta necesidad era llenada parcialmente por los “garajes”, es decir, lugares en donde se pedía el servicio en forma directa o por teléfono, a veces con antelación.
En uno de esos garajes, había una señora que era la encargada de fijar las tarifas para cada servicio, llamada María Brenes. Antes de cada salida, los choferes le preguntaban a María, cuánto debían cobrar y así lo informaban al cliente.
Cuando llegaron los primeros taxis que empezaron a deambular por las calles y que traían su taxímetro, para los choferes, que probablemente habían trabajado en ese garaje, fue natural llamar a dicho aparato, la maría.