Escuché por ahí, que alrededor de los años 60, una señora que vivía en una casa verde, de gran corredor y que estaba ubicada cerca del Cuerpo de Bomberos de Barrio México y que sus vecinos le tenían fama de chismosa, cuentera y fisgona.
Esta señora se enteraba de todo, dicen; y contaba todos los secretos escuchados.
La señora doña Etelvina de Avendaño. A quien conocían como «doña Vina» (diminutivo de su nombre). De ahí, que cuando alguien estaba «contando más de la cuenta» le decían parece doña Vina.
De ahí fue evolucionando la palabra hasta convertirse en la expresión Vina, vinear, sea Vina.