Hoy quiero contarte un poco de dos sesiones con mis pacientes. Mi deseo es que alguna de estas historias, puedan servir de brújula para orientarte en la búsqueda de respuestas y soluciones para eso que estás atravesando.
Cada historia es real, aunque el nombre del paciente es ficticio para mantener por supuesto la confidencialidad de su identidad.
Sesión. Paciente Marco Mendoza. 34 años. Profesión. Abogado. Título. Un trauma perdido que ha sido encontrado
William Faulkner, nacido en 1897 y premio Nobel de literatura dijo una vez: «El pasado nunca muere, ni siquiera es pasado».
Todos nosotros somos el resultado de las decisiones que hayamos tomado; sin embargo, si no decidimos nosotros mismos dejar atrás el pasado, siempre ese pasado nos va a perseguir y dominará nuestro presente y forjará nuestro futuro.
Me contó Marco que hacía cuatro años que había entrado a formar parte de aquel bufete de abogados. El ambiente de trabajo y los desafíos laborales eran muy satisfactorios. Él amaba su trabajo. Le dedicaba tiempo y esfuerzo. Pasados estos cuatro años, el consorcio reconoció su labor. Lo nombró Consejero en jefe. Líder de una división de su empresa. Qué gran satisfacción. Un mejor salario. Beneficios y fama estaban llamando a su puerta. Su esposa y sus dos hijas, estaban felices y satisfechas de los logros de Marco.
Doctor, me dijo con cara triste y los ojos llorosos, desde ese ascenso sufro de insomnio y un cansancio que no logro explicar. Me mantengo siempre tenso, me siento triste y la relación con mi familia ya no es la misma. No entiendo qué me sucede. Todo lo que me está pasando es bueno, pero no puedo sentirme feliz. No puedo dormir, no logro concentrarme. He perdido el apetito. Siempre estoy enojado y cansado. No entiendo qué me pasa.
Con Marco trabajamos herramientas psicológicas de diagnóstico. Buscamos en su subconciente. Avanzamos rápidamente. A la tercera sesión Marco llegó 7 minutos tarde. Se disculpó ampliamente. Me explicó sobre sus reuniones de la mañana que se extendieron. El trabajo acumulado que no había logrado poner al día. El tráfico está fatal, dijo.
Lo miré directamente y le dije: Marco, siéntate. Respira profundo conmigo. Un ejercicio de respiración y algo de «tapping» (que me gusta mucho utilizar con mis pacientes) y Marco estaba listo para escuchar atentamente.
Les comento el climax de la sesión. A través de técnicas conductuales logramos ir al pasado de Marco. Tenía Marco 9 años cuando regresaba de la escuela. Estaba feliz pues había recibido una excelente calificación en su prueba de biología. Se sentía orgulloso. Daría una sorpresa agradable a sus padres. Quizás hasta le llevarían a comer helados o comer una galleta azucarada que tanto le gustaba.
En silencio, entró a la casa. Estaba su madre y padre en una acalorada discusión. Alcanzó a escuchar a su madre decir: No soporto más. Desde que tienes ese nuevo trabajo nunca estás en casa. Ya no tienes tiempo para nada. Ya me cansé de tu ausencia.
Sus padres lo miraron. Se sentaron en el sofá con él. Su madre lo miró y le dijo que se iban a separar. Marco lloraba desconsoladamente. La sorpresa agradable, su logro académico había sido sustituido por una mala noticia. La separación se dio sin complicaciones. En casa nunca más se volvió a hablar del tema.
Continuamos la sesión. Ese trauma que creímos perdido, había sido encontrado. Todos estos años habían pasado. Y Marco, sin ser consciente de ello, sentía el más grande miedo de perder a su familia por tener un nuevo puesto que, pensaba él, representaría más tiempo de trabajo. Podría mantenerse al lado de su familia? O corría el riesgo de perderla como ocurrió con sus padres cuando tenía 9 años?
Una interiorización de sus creencias, un refrescamiento de sus experiencias y un esquema de organización y trabajo conjunto le devolvió la tranquilidad, la paz y el disfrute de su familia, su trabajo y, especialmente, de su vida.
Marco comprendió que los traumas no resueltos se quedan atorados en la mente. No mueren. En algún momento algo los reactiva. Y te pueden dejar inmóvil, sin palabras, sin saber qué hacer. Eso te genera temor y miedo que, como Marco, se traducen en esas somatizaciones y patologías que pareciera no tener explicación. Podemos, sin querer, presionar el botón de rebobinado y volver a vivir lo que quedó sin resolver.
Resolver los traumas. Retomar el presente. Construir para el futuro. Esto puede salvar tu vida y devolverte la paz y la felicidad que tanto anhelas.
Sesión. Paciente Priscilla Pereira. 21 años. Estudiante de enfermería. Título Soy buena persona porque siempre estoy dispuesta a ayudar a los demás
María Natalia Lafourcade, nacida en 1984 y cantante mexicana dice en una canción: «Nunca es suficiente para mí, porque siempre quiero más… Hoy, mañana, siempre, hasta el fin.
La falta de saciedad en la busca de la perfección genera un cansancio indescriptible y produce la incapacidad de celebrar logros y triunfos.
Lo primero que Priscilla me dijo fue que no creía en psicólogos. Ya había visitado tres psicólogos, un psiquiatra, un neurólogo y un naturópata. Que ninguno de los cuatro diferentes ansiolíticos que le habían recetado había producido algún cambio positivo. Ninguna recomendación había sido suficiente. Era una estudiante de enfermería con excelentes promedios académicos. Una relación sentimental tóxica. Sufría de constantes migrañas y dolores de piernas. Y hoy, me visitaba en el consultorio porque su abuela materna nacida en Polonia le había regalado una sesión.
Priscilla me pidió avanzar con la sesión. Terminar pronto y listo. Había cumplido con la petición de Herminia, su abuela.
A pesar de lo que puedas pensar, fue una sesión hermosa y diferente. En realidad, detrás de esa carátula de dureza había una mujer deseosa de ayuda y queriendo hacer un cambio en su vida. Incluso, el suicidio ya había pasado por su mente alguna vez. Y ese pensamiento debíamos procurar erradicarlo para siempre.
Priscilla me contó de sus constantes migrañas, su dolor de piernas constantes y su miedo inexplicable a quedarse sola.
Utilizando algunas herramientas trabajamos en sus recuerdos y sus sentimientos actuales. Herminia, su abuela, le había contado una historia. Cuando joven atravesó la guerra. Incluso sufrió hambre, frío y soledad. Sobrevivió junto a sus hermanas, en el sótano de una iglesia por 5 días. Comiendo mal y padeciendo dolor en el cuerpo por estar siempre sentadas en silencio o acostadas en el piso frío de tierra.
La mamá de Priscilla siempre le recordaba la historia de su abuela. Fue muy valiente, sacrificada y por ella tus tías viven, le decía siempre. Tienes que ser como ella.
Desde pequeña, recién entrada en la adolescencia, Priscilla fue instruida en los quehaceres de la casa. Desafortunadamente, algunas veces las cosas no las hacía como su mamá lo esperaba.
Otra vez quemaste la carne. Qué inútil eres. No sirves para nada. Debes ser la mejor siempre. Tienes que esforzarte por ser la mejor. La gente no te va a querer si no estás para ayudar a los demás. Tienes que ser fuerte, valiente igual que tu abuela.
Básicamente, esa era la forma de impulsar a Priscilla a ser mejor que su madre creía que era la correcta. Nunca pensó que era una forma inadecuada. Era la única forma que conocía. Cuando Priscilla hacía las cosas de forma «aceptable» recibía palabras de reconocimiento y hasta un abrazo había para ella.
Sin darse cuenta, Priscilla aprendió con el paso del tiempo que para recibir palabras agradables o muestras de cariño debía servir a los demás. Debía ser útil a los demás para ser querida. Sin darse cuenta su subconsciente creía que cuanto más cariño quería recibir, más sacrificio, esfuerzo y utilidad debía dar a los demás.
Conversando, descubrimos que en algunas ocasiones recuerda que le contaron que el dolor de cuerpo de su abuela en ese sotano, era más fuerte en sus piernas pues no podían estirarse o caminar mucho. La humedad y el polvo de ese sotano le provocaba muchas migrañas.
Priscilla y su mente habían decidido parecerse a su abuela para ser aprobada por la familia y la sociedad. Debía renunciar a su bienestar y placer para demostrar sacrificio y servicio a los demás. Y que si aun quería parecerse más a su modelo de perfección debía experimentar migrañas y dolores de piernas. Para ella, no era importante su vida ni su cuerpo ni siquiera su felicidad. Lo importante era la perfección y servir a los demás.
Sus amigos y su pareja, se dio cuenta conscientemente, que eran personas con problemas emocionales que siempre estaban necesitando «algo» de ella. Eso le daba oportunidad de servirles y ser de utilidad. Incluso la elección de su profesión la había hecho para «poder ayudar a las personas».
En poco tiempo pudo comprender que cambiando sus creencias, su vida fue transformada. Colocó como prioridad sus necesidades, su bienestar mental y emocional. Comenzó a disfrutar su vida.
Priscilla lo hizo a sus 21 años. Tu no esperes mucho para transformar tu vida. Un cambio hecho a tiempo te puede generar una vida plena, satisfactoria y feliz.
Hay personas que no saben que pueden esperar y recibir algo diferente, pues siempre han recibido lo mismo y no tienen idea que existen otras formas, otras cosas distintas a las que se acostumbró.
Algunos se permiten ser dominados por sus pensamientos, y algunos de estos son el resultado de traumas del pasado. Movidos por lesiones emocionales, miedos y dolor por recuerdos. Transformar es posible.
Hay hechos traumáticos que pueden ejercer sobre las personas una influencia poderosa que deja huellas que perduran. Incluso puede llegar a volverse un patrón familiar que dura hasta décadas.
Mi esfuerzo todos los días es transformar vidas. Cuando un paciente puede decir con convicción «Estaba sufriendo un dolor que no era mío. Presioné el botón de «rebobinar» sin querer…»
Y trabajando en conjunto complete esta frase diciendo: «Ahora sé qué hacer»
Sin duda alguna, tienes la opción de tener una vida feliz y satisfactoria. Busca orientación psicoterapéutica. Consigue ya mismo contención emocional que puede cambiar tu vida hoy
Hibert Coca











Me impresiona mucho como los traumas tienen un impacto en nuestra vida, y nos llega a afectar tanto en nivel personal como profesional. Me identifique mucho con el caso de Priscilla y me doy cuenta los patrones que inconscientemente seguimos y las consecuencias de ellos si no los tratamos a tiempo. Muchas gracias por compartirnos esta información tan importante.
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Es muy triste ver situaciones tan impactantes a una edad muy temprana, tengo 18 años y sé que cuento con muchos problemas debido a mi infancia, sin embargo siempre intento disfrutar al máximo, aunque a veces ese disfrute me lleva a una realidad, de que no todo en esta vida es justo, pero si depende de mi cómo tomarlo, para bien o para mal.
Tengo que conocerme para saber tratarme, increíble!
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Definitivamente todos arrastramos conciente o inconscientemente situaciones que marcaron nuestra infancia.
La terapia es fundamental pero en muchos casos no es accesible para todos.
Me he identificado con una serie de imágenes que plantean al yo adulto disculpándose con el yo niño.
Sin embargo, para no rebobinar es indiscutible la guía del terapeuta… lograr vivir con plenitud implica identificar lo que está en el inconsciente.
Muchas cosas por resolver.. gracias que existen profesionales como Hiber Coca…. siempre llendo más allá de…
Mis respetos
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Muy interesante el tema, ya que la narrativa se centra en el dilema de cómo manejar las consecuencias de ese intento fallido de cambiar el pasado y aborda la importancia de aceptar y enfrentar el dolor en lugar de tratar de evitarlo. Me gustó mucho porque invita a reflexionar sobre la aceptación personal.
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siempre mis traumas me hacen acordar a momentos del pasado cada vez que me dicen algo doloroso revivo todo lo malo que pase,ya que sin embargo tener “todo” no significa tener una vida feliz🙍🏻♀️
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Me estristece bastante la situación de ambos pacientes, imaginando cuantas personas pueden vivir con este padecimiento sin saber que se puede solucionar con terapia. Gracias al destino llegaron a su consultorio y pudieron resolver gran parte de aquello que los acechaba día a día sin ellos saber porqué. Gracias por compartir este artículo, que de una u otra forma me deja pensando y deseando ir a terapia pronto. Pongo mi entera confianza en sus conocimientos ya que siempre me ha ayuda a aclarar mis ideas en repetidas ocasiones.
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durante muchísimo tiempo me di cuenta que mis traumas me hacían repetir las vivencias dolorosas que me sentía que no merecía nada y nadie me quería sin poder ponerle una pausa encerrada en una y no precisamente de cristal estoy muy agradecida con el Doctor Hibert me a ayudado a descubrir que en realidad mi vida no tiene que vivirse como lo hacia básicamente congele muchos meses mis emociones solamente sentía desdicha y tristeza ahora puedo disfrutar de ella , de mi tiempo libre y empiezo a descubrir que la magia de la vida está en instalantes como tomar un café, ver una serie , amar más mi trabajo y no pensar que en la vida debo ser miserable si no ir viendo lo maravilloso que puedo ir haciendo por mi y por los demás sin exigír , ni cumplir espectativas aun todavía tengo episodios pero cada vez menores y yo soy una mujer muchísimo más satisfactoria y feliz. Gracias a usted lo recomiendo montones 😊
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